7.6.06

Estos días, tengo un deseo...

Una amiga, de esas que conversan con tu alma, está transitando un camino que yo he recorrido. El camino hacia la maternidad, un camino blando, llano y floreado para muchos, pero pedregoso y empinado para tantos otros. Yo escalé esa cima y conozco el vértigo, tanto del miedo como de la felicidad.

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Me subo a la bicicleta fija, insegura de mi capacidad de llegar al final de una clase de alta intensidad. Siempre al filo de la navaja en la materia educación física, exámenes recuperatorios, largos ratos escondida detrás de los arbustos para no tener que correr, el deporte nunca fue mi fuerte, o al menos así lo creí.

Hoy me animé. Sin pensarlo, me sumé a una clase de spinning comenzada hacía 4 minutos. Calzo el estribo, empiezo a pedalear, cada vez más rápido, cada vez menos consciente del acto de estar allí. Simplemente estando, pedaleando, metiéndome sin pensar, sin cuestionar. Los músculos seguían dóciles el chan chan chan de una música chillonamente estimulante, mientras mi cabeza se disparaba hacia sitios donde últimamente tengo puesto el corazón.

Allí fui, hasta el capullo de células que se abre paso entre el calor de los tejidos y las fibras de tu cuerpo. Tu fibra. Tu BUENA fibra.

La música me envuelve. Da fuerza. Da ímpetu. Y yo sudo, me empapo, me canso, pedaleo. Y no dejo de pensar en ese manojo de proteínas y células pequeñas revolcándose en el colchón de tus células grandes, engrosadas por las ganas y la convicción de que ya es tiempo. Lo veo extenderse hacia vos, con la diminuta pelusa que lo recubre. Y mientras pedaleo hacia una cima inventada por el profesor, grito sordamente hacia adentro que te quiero vivo, te quiero grande, te quiero ver.

Capullito encantado. Capullito difícil. Capullito luchado.

Estoy empapada. Las piernas no ceden al cansancio porque quiero llegar al final. Como vos, como tu madre, como tu padre. Todos inmersos en la música de tu vida. Música intensa. Música sublime. Música de amor.

Pedaleo sin tocar el asiento, casi parada en la bicicleta porque ya hemos dejado el "segmento de ruta" para comenzar la "travesía de montaña". La misma que imagino estás atravesando vos. La más difícil, porque estamos un poco cansados. Pero ya arrancamos y hay que seguir. Vamos, capullito. Agarrate fuerte y pedalea sin descanso. Que en la cima te esperan unos brazos de oro macizo, tan altos como el sol.

Y estoy empapada, en lágrimas y sudor. Porque lo que parecía imposible, se hizo posible. Terminó la clase y todos aplaudimos.

1 comentario:

Vico dijo...

Laura...me dejás muda y manca! Muda porque me quedo sin aire después de leerte y manca porque me tardo rato en poder escribir después de leerte.
Ya sabés que me encanta tu manera de escribir. Este post es más que precioso, me gusta ese juego de comparar lo que para vos significaba el ejercicio físico, con el reto de llegar a ser madre. Lo dijiste todo de una manera sencilla, clara, profunda, bella. Pucha! y eso que es solo un post. Quiero leer tu novela.