29.8.06

El shopping del amor

Un día se llega a comprender que el amor es una búsqueda como tantas otras. Cuestión de rastrear el calce perfecto. Ese vestido que, tras hurguetear con ilusión y algo de desespero entre las perchas de la vida, reluce único ante tu mirada. ¡Aquí estoy! ¡te encontré! Y lo llevás feliz a la intimidad del probador y te lo ponés y lo observás y lo mirás y lo mirás... y te encanta. Definitivamente te encanta. Te encanta cómo realza tus riquezas y lo bien que disimula tus defectos. Te encanta su caricia, la delicada textura con que se adapta a tus baches. Y te lo llevas confiada, celosa de que ningún otro lo descubra, presta a pagar lo que te pidan - todos tus ahorros, si fuera necesario.

Es allí que te das cuenta de la futilidad pasada de haber comprado por comprar. Por no volver a casa con las manos vacías después de tanto caminar. Tironea de aquí, me queda flojo de acá, el escote marca mucho lo que falta. Pero lo llevás igual, con la firme promesa de hacerlo arreglar, agrandarlo, acortarlo, enmendarlo, bajarlo, subirlo, o tal vez adelgazar. No es lo que buscabas, pero al menos es algo y se va con vos. Algún día cambiará…

La verdad es que nada cambia demasiado. Lo que es, siempre será. Pero, con suerte, tanta exploración y desencanto te habrán enseñado algo. Sabrás que los colores pasteles te apagan, que el corte princesa disimula tu falta de cintura, que los volados te hacen más pechugona y que el escote bajo es una verdadera incomodidad. Y así, con la búsqueda más acotada, quizás dejes de perder tiempo, anhelo y dinero probando y comprando lo que no te sienta, lo que te incomoda, lo que nunca te hará feliz.

Quizás...

26.8.06

Chascarrillos de aeropuerto

Los fatídicos sucesos del 11 de septiembre me lo explicaron en las vísceras.
¡Era obvio que terminaría en ropa interior, con el pasaporte tristemente encajonado y un molesto murmullo de harpías (svjairths kasjksuve lastbehyh patiskw), que me sonaba a bengalí, sueco o quizás tagalog, pero era hebreo!

Diciembre de 1994
Enamorada perdida de un hombre que vivía en mi país, pero provenía de otro, lloré un poco cuando me dijo que se iría a Nueva York a pasar las navidades con su familia. Lloré un poco, sí, pero enseguida tomé la decisión de partir yo a Londres a pasar las fiestas con mis amigotes de siempre. ¡Qué tanto! Una es una mujer emancipada. Las Penélopes han pasado a la historia. ¡Bye, bye, baby!

- Baby, te extraño. Hace dos días que salí de Buenos Aires y ya te extraño. ¿En serio que también me extrañás? Bueno, veré que hago. Quiero verte. Hay muchos pasajes baratos desde Londres a Nueva York. ¿No sería genial comenzar el Año Nuevo juntos?

Y así fue que volé hacia los brazos de mi Romeo, mi Aladín, mi Bella Bestia, en un avión de El Al, la línea israelí que ofrecía las mejores tarifas estudiantiles y las mejores técnicas indagatorias del mercado. Antes de subir, debí responderles idénticas 74 preguntas a 3 personajes diferentes. Fue un milagro haber demostrado cierta coherencia, siendo que, por costumbre, había llegado tarde al aeropuerto porque había extraviado el boleto y debieron reemitirlo y bla bla bla (detalles sin importancia para esta historia).

Creo que, pese al engorro, poco me cuestioné la validez o el motivo de tanta pregunta y repregunta de los israelíes. Y si lo hice, el pensamiento no debe haber ocupado más de 5 minutos, ya que mi cabeza estaba del otro lado del océano, específicamente entre las piernas de mi foráneo querido. Tampoco se me cruzó por la mente el hecho de que iba a conocer a la familia de mi pretendiente, ni de que Nueva York no es sólo una famosa ciudad con aeropuerto sino también un estado, cuyas dimensiones distan mucho de ser pequeñas. El candidato debió manejar 600 kilómetros desde la casa de sus padres para recogerme en el aeropuerto, y otros 600 kilómetros para llevarme a la casa de sus padres, donde pasaríamos 4 días juntos antes de volver a trasladarme al aeropuerto de Nueva York para que yo viajara nuevamente a Londres donde me quedaría por dos días más antes de viajar a Buenos Aires “donde también viajará mi novio que ahora está en Estados Unidos por las fiestas pero que ya se vuelve a Buenos Aires porque trabaja allí, pero yo sólo vine a EEUU a pasar Año Nuevo y me quedé 4 días, porque iban a ser 7 días, pero extravié el pasaje y me lo tuvieron que reemitir pero, como se trataba de esos boletos baratos para estudiantes, sólo la agencia podía reemitirlo, pero la agencia estaba cerrada por navidad y tuve que esperar a que abriera y entonces los 7 días de estadía en EEUU se me hicieron 4 y por eso me quedé tan poquito tiempo y vuelvo a Buenos Aires apenas llego a Londres…"

Todo esto se lo conté a la empleada de EL AL que, con asombroso poder de concentración, seguía el descabellado y algo sospechoso rumbo de mi cuento antes de hacerme el check-in para regresar a Londres.

(¿Regresar, dirán? Sí, ya debo regresar. Lamentablemente, fueron sólo 4 días, ¡pero qué 4 días! Se los cuento en otra oportunidad).

- ¿Algo que declarar? - me pregunta Berta Judith, la del check-in.
- Sólo llevo un discman para un amigo.
- Lamentablemente, se lo vamos a tener que retener porque todo electrónico debe pasar por el chequeo de seguridad y ya hemos cerrado la máquina. Usted llegó tarde.
- Es que había mucha nieve en el camino. Hicimos 600 kilómetros para llegar aquí.
- Sí, comprendo. Por eso, el discman se queda aquí y luego se lo enviamos a Londres.
- ¿A Londres? Pero si en Londres sólo me quedaré dos días. Cuando llegue el aparato, yo ya no estaré. Le dije que volvía a Buenos Aires. ¡De ninguna manera! ¡Me lo llevo conmigo!
- Lo lamento, señora. Son reglas de seguridad que debo cumplir. El discman se queda acá.
- Lo lamento yo, señorita. Me llevaré el discman y se acabó.
- No, señora, las reglas de seguridad son muy estrictas y debo retenerle el discman.
- ¡Pero estamos hablando de un miserable discman, caray!
- Lo que sea señora. Uno nunca sabe.
- ¿Pero qué está insinuando?
- (labios apretados, cara de póquer)
- Dígame una cosita, ¿usted me ve cara de delincuente?
- (labios apretados, cara de póquer)
- Contésteme.
- (labios apretados, cara de póquer)
- Pero ¿de qué carajo tienen miedo? ¿de que lleve una bomba? Para que lo sepa, señorita, yo no tengo una bomba. ¡Tengo DOS!

Recuerdo que puse cara de divertida y ocurrente. Recuerdo que los labios apretados de la muchacha se apretaron un poco más y luego se abrieron enfurecidos para parasvjairths kasjksuve lastbehyh patiskw con su compañera.

- Por aquí, por favor. Pase por aquí, le digo.
- Pero.... ¿adónde me llevan? - me transportaban cual loco tomado de los codos; sólo que las piernas no me colgaban.
- Ssvjairths kasjksuve lastbehyh patiskw tysmaslldahsuy gkjdasigkes lasiccielksjsa (o algo así)
- No entiendo.
- Su equipaje quedará retenido. Se lo enviaremos a Londres en unos días.

Lo demás se hace nube en mi memoria. Sólo sé que continuaba el swuajauhyste jasjuydgaslaskdasskas de las dos mujeres, que mi pasaporte quedó incautado en un cajón del cuarto gélido al que me llevaron, que terminé en bolas luciendo mi nuevo conjuntito de ropa interior, que las manos de las harpías me recorrieron de arriba abajo (seguro que se alegraron de verme los entonces incipientes pozos de celulitis) y que mi hombre no tenía la más pálida idea de lo que sucedía allí adentro.

Tras 45 minutos de preguntas, repreguntas y retro-repreguntas absurdas, una bruja con cara de caza terrorista hambrienta, me escoltó hasta la puerta del avión, donde no se perdió ni un solo segundo del dilatado beso con que despedí a la razón de mi epopeya. ¿Por cuánto tiempo estarán separados?, preguntó indiscreta. Cuatro días, respondí. Indignada ante el flojo final de la telenovela, me depositó en el avión y pegó la vuelta.

11 de septiembre de 2001

-¡Con razón me llevaron "presa" cuando le dije a la empleada de El AL que tenía dos bombas en la valija!- comenté a mi marido mientras miraba las noticias y le cambiaba los pañales a mi hijo.

Noté que se le descolocaba la mandíbula. Jamás le había contado toda la conversación con Berta Judith, no por ocultarlo, sino porque seguía creyendo que mi inofensivo chascarrillo había sido un hecho totalmente irrelevante.

25.8.06

Echando luz

La otra rama

Sos la otra rama,
la que está allí,
luchando contra el viento y la aridez.

No me mires con desprecio
ni critiques la forma en que doy vida.

El tronco nos pasó su savia, bien o mal,
pero aquí estamos,
elevándonos al cielo,
con dolor, tonta esperanza
y una sonrisa arrogante y satisfecha.

Al mirarte,
veo el retoño que asomaba regordete y enrulado.
Veo tus primeros pecíolos, la vacilación de tus meneos
y el gozo frente al pájaro que se te revelaba.
Veo tus fracturas, tus inviernos, tus primaveras.
Y recuerdo las canciones compartidas
para paliar la amargura que venía desde abajo.

Sos la otra rama,
la que comparte mi raíz y la comprende.
La que hoy se retuerce hacia lo lejano para no verme.
La que se esconde, la que no llega, la que me niega.

Sos la otra rama.
Sos mi hermano.

(Para todos los que se tomaron la molestia de leer y comentar mi encriptado texto anterior, les dejo esto que escribí en paralelo, y que transmite lo mismo en otras palabras. La poesía no es mi fuerte; por eso me abstengo de sumergirme en sus aguas. Pero salió así.)

23.8.06

Génesis compartida

¡Es tan parecido a vos!
Tiene la misma sonrisa de mago cazador. Tus mismos gestos de galán sin reloj.

Es tan, tan parecido, que quiero ir a abrazarlo, a besarlo, a contemplarlo sin pausa.
¡Cuánto te extraño!

Yo sé que, al mirarme, sus ojos no verán mi ortodoncia de tercer grado ni la oscuridad de tostada de aquellos domingos eternos. Yo se que en sus oídos jamás resonarán las melodías que canté a tu lado, en la dulce trinchera de tu cama, lejos de las guerras de nuestro tronco dividido.

Él nunca probó la torta de manzana de mi abuela, ni acarició la goma espuma de mi almohadita rosa. Él no lloró en mi hombro, ni espió mi primera visita furtiva al lápiz labial.

Tampoco fue él quien decidió erigir el muro necio y absurdo donde hoy se aborta el fluir de la sangre que nos une. Ni siquiera sabe que te espero con las manos agarrotadas y la bronca ante cada centímetro que mis hijos crecen lejos de tu mirada.

A pesar de todo, me acerco a él y lo miro sin reparos.

¡Cuánto te extraño!

Lo estrecho entre mis brazos y acepto los suyos, mientras su voz me cuenta al oído que él también echa de menos a su hermana, la que vive del otro lado del océano, la única que conoce de memoria su principio, su nudo y su fin.

17.8.06

Extraña presa


La felicidad para vos es nunca quedarte sin auto ni perderte la clase de tenis los martes a la siete. La felicidad para él es escapar de la policía después de haber robado un banco. O es bajarse a unos cuantos oficiales antes de que lo maten a él.

Vos sos feliz el día en que no detona ni una sola granada fuera de tu casa. Tan feliz como quien recibe la medalla de honor y mérito por haber matado a decenas de enemigos, o quien sólo ha perdido las piernas durante el bombardeo.

Ella es feliz porque hoy su marido la abofeteó, pero esta vez no lo vieron sus hijos. ¿Y ella? Ella es feliz porque ha conseguido casarse, no importa con quién.

Feliz como quien emigra de un país arrasado por el hambre, o quien regresa a sus raíces después de un largo exilio.

Feliz como un lisiado que encuentra una rampa para bajar la calle sin ayuda, o como una madre que consigue un franco para cruzar la frontera y visitar a sus niños pequeños el fin de semana largo.

La felicidad es una extraña presa, que sólo sabe reconocer el cazador.

16.8.06

Cambio de perspectiva


Antes amaba el invierno.

El tibio roce de la bufanda impregnada con mi perfume favorito. La delicia de llegar a casa a contemplar el frío desde la ventana, junto a un libro, una lapicera, un anotador, un amigo, un amante, un café o un pecaminoso bocado. Los simples placeres del sedentario.



Hoy detesto el invierno.

El encierro obligado. Mamá, estoy aburrido. ¡Ojo con esa pelota que van a romper el florero! ¿Al parque a esta hora? ¡Ni loca! Son las cinco y media: tardísimo. Bueno, vamos. Ponete las medias y los zapatos. Vení que te abrocho la campera. ¿Así pensás salir? Hace frío. Hasta que no te pongas un sweater, no nos vamos. Uff…me olvidé el paraguas. Aaaaggg!!!!!! ¡se me enganchó la bufanda con el picaporte!



Pensar que hace poquitos días llegamos descalzos a la heladería. Eran las 9 de la noche. ¡Cuánto más facil es la vida estival para una madre! (suspiro)

15.8.06

Haciendo deberes

Mi amiga Victoria me ha “honrado” en su blog con un ejercicio que supuestamente debe hacerse en cadena. Consiste en responder las siguientes consignas y luego nombrar a ciertos otros "afortunados" para que lo continúen.

Tranquilos, que no pasaré la pelota a nadie. No es mi intención crearme enemigos en esta vida (lista negra para Vic! :-)

Simplemente me remitiré a contestar las preguntas, y que lo siga quien quiera.


1. Las tres cosas que haría si fuese millonaria.

a. Evitar que mis hijos sepan cuán ricos son.
b. Sentirme inmensamente culpable y no hacer nada.
c. Justificar mi buena suerte en todo momento y hasta el hartazgo ajeno (“bueno, tampoco es que yo tenga taaaanta plata”; “que yo no nací en cuna de oro ¿eh?”; “que esto es un accidente, nada más…”) ...y no hacer nada...

d. Una vez superado el estado de paralización, crearía una fundación destinada a dar becas de estudio a gente que la necesite y la desee.

2. Las tres cosas que diría en voz alta si supiera que nadie me recriminará o contradecirá.

a. Lo mismo que digo con mi tono de voz normal. Nunca me callo.
b. IDEM!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
c. IDEM !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

3. Las tres cosas que cambiaría de mi vida, de mi misma.

a. Mi orgullo
b. Mis miedos
c. Mi naturaleza parlanchina

4. Las tres cosas que cambiaría a mi alrededor.
(éste es un concepto demasiado amplio)

a. La ignorancia
b. Las lágrimas de los inocentes
c. El abandono de perros en la calle

5. Las tres cosas que querría me pasara antes de morir.

a. Besar a mis hijos hasta quedarme sin besos.
b. Hacer el amor con Joe hasta quedarme sin aire.
c. Escribir una carta del alma a cada una de las personas que me acompañaron en este viaje y me ayudaron a cargar las maletas.

¡Venga un huesazo, amigo!


Nos alegramos al vernos. Nos acercamos. Nos abrazamos e intentamos un beso.
¡Ay! ¡Dolió, che!
Fue un choque de huesos, los cada vez más prominentes
huesos de nuestros rostros.
No es la dieta, no.
Es simplemente que ha desaparecido la mullida tersura de los años jóvenes
y asoma sin piedad la calavera.

14.8.06

El orden de la jungla


Mi vida está signada por las mudanzas - la continua búsqueda del propio rincón en el mundo. Hace unos meses, el destino me depositó en un vecindario muy coqueto, de autos 0 kilómetro, tonito bacán, abrigos caros y tiendas exclusivas. Un vecindario donde la gente viaja mucho, conoce el mundo, asiste a las mejores escuelas, habla inglés, francés y hasta alemán, y ostenta cantidad de títulos. Gente distinguida, nada ordinaria.

La panadería estaba repleta porque era domingo al mediodía y a todos nos justa mojar el pan en el juguito del asado o el tuquito de los ravioles, más allá de la clase o el nivel económico al que pertenezcamos.

Entro a la panadería, avanzo tres pasos y noto que necesito un número para ser atendida. Retrocedo hacia la puerta de entrada. En el mismo momento, ingresa una señora fina y bien vestida que, al ver mi intención, se lanza desesperadamente hacia el dispensador de números para ganarme la partida. La miro perpleja con la mano suspendida junto al dispensador, en obvia demostración de mi derecho prioritario y la mala educación de su gesto. Para enmendarla, la refinada mujer me facilita uno de los dos números que su apresurada maniobra le había propiciado. Le agradezco con buenos modales y aguardo impaciente la constatación del orden al que me había sometido. Por supuesto, ella tenía el 41 y yo, el 42. Primero ella.

Al terminar la compra, intento salir del recinto, pero debo dejar paso al hombre de mocasines de carpincho y pinta de terrateniente que empujaba para entrar. Primero él.

“Primero yo, después yo y siempre yo”.

¿Es tan difícil pulir el egoísmo y la voracidad animal que llevamos impresos desde el nacimiento? ¿Para qué sirve el estudio, los viajes, el contacto con otras culturas, la posibilidad de enriquecer la visión de la vida? ¿Para qué las buenas escuelas, que se suponen entrenadoras del pensamiento, si se siguen obedeciendo las más primitivas reglas de la jungla?

Ya sé que cultura no es educación, que dinero no es educación, que título no es educación. Pero no puedo tolerar que personas que tienen la posibilidad de aprender a elevarse por encima de la jungla, sigan actuando como chimpancés peleando por bananas. ¿Qué derecho tienen luego a condenar al vándalo que roba y mata por hambre porque nadie le ha enseñado a obrar diferente?

Supongo que los extremos siempre terminan juntándose.

11.8.06

¡Voto por mi vida!

Llego a la conclusión de que las percepciones sobre la guerra de Irak dependen del lado del cerco en que uno se encuentre. Desde este lado, se ve absurda y espeluznante; una astuta movida más de la “familia del emperador” para robar, explotar e inmiscuirse en todo.

Desde la camioneta cuatro por cuatro O kilómetro que yace en la puerta de una flamante casa de columnas jónicas símil en Kansas, Milwakee o Nevada, la guerra es lo que necesita hacer “Papá” para mantener barato el combustible y sostener la economía plásticamente estable que tanto envidian esos hijos de puta de afuera, sucios, vagos, desconsiderados, desagradecidos. Papá sabe lo que hace y yo no tengo por qué cuestionar sus negocios. Para eso está papá, mi papá, el rey de la familia, el portador de los sublimes valores humanos que proclama el pastor de mi iglesia dominical con piscina cubierta, y que quizás también proclame la constitución que dicen me gobierna. Esto es democracia: la capacidad de elegir lo que más nos conviene. Y por eso te apoyo, Papá, porque soy un patriota norteamericano y pertenezco a esta tribu de grandes. Tribu de libres y valientes. Esta es la tierra de la independencia. The land of the free and the home of the brave, que siempre luchará contra las garras de los que detestan la libertad. Esos árabes de inmundo turbante, o palestinos o como les llamen. ¿O eran fenicios? No, son sirios. ¿Turcos? Yo qué sé. Son todos iguales. Unos hijos de puta roñosos, fuck you, fuck you, quien quiera que seas. Por tu culpa, idiota malnacido, nos tenemos que sacar los zapatos en el aeropuerto para que nos revisen la intimidad. Gracias a tus locuras, no se puede ser libre. El problema es que vos odiás la libertad, y yo no. Yo la amo, porque nací en esta tierra, ¿entendés? Papá, hacé algo. Líbranos ya de estos incivilizados que constantemente vemos en la tele destrozando ciudades. Son una plaga maldita, un verdadero horror. Pero nosotros, con nuestra grandeza, nuestros valores cristianos y tu capacidad de llevarlos a cabo, salvaremos a los inocentes de su emboscada. Homosexuales de mierda, que seguro hasta apoyan el aborto. ¡Cualquier cosa se puede esperar de estos vándalos!

No temas, hijo mío. El Señor ya me lo ha dicho: tenemos que pulverizarlos, sacarlos del mapa. Fue un mensaje divino que comprendí muy bien. Mirá lo que hacen. ¿No es atroz? Es por eso que debo mantener el país en constante alerta roja o anaranjada. ¿De qué otra forma se los combate? Ya ves lo que hicieron con las torres, ¿querés que vuelva a suceder? Lamentablemente, si tiene que caer Irán, pues caerá también. Y el Líbano, y Marte y Venus. Lo que sea por protegerte, mi hijo. Comprendo perfectamente que a tu cuerpo relleno de Big Mac y Coca Cola Maxi le cueste mucho sacarse los zapatos en el aeropuerto y tener que exhibir todas las muchas, muchísimas, mercancías que necesitás para sobrevivir, incluido el tan útil pasador automático de hilo dental con trípode que acabas de comprarte en el SkyMall. Yo lo entiendo, mi niño americano, pero no puedo evitarlo, porque haré lo que sea necesario para protegerte. ¡Alerta roja nuevamente! Ellos odian la libertad, ya lo sabes. Pero nosotros no. Y por eso, yo debo cuidarlos a ustedes. Denme su voto. Apóyenme. Díganme sí. Sí a todo. Sí a la guerra. Sí al presupuesto bélico. Sí al avance monopartito. Sí al petróleo. Sí a las torturas. Sí a la paz del mundo, mi vida.


Sí, papá, te digo sí. Sí al préstamo y doble préstamo y triple préstamo de 6 por ciento de interés, sí a la VISA de pago diferido, sí al Home Theater, sí a mis vacaciones con Goofie y Minnie, sí al sueño aletargado con lavavajilla y aspiradora de polvo, de agua, de aire, de mano, de auto, de cerebro. Limpiemos todo. Sí, sí, sí. Sí al presupuesto para Irák, Irán, el Líbano y cualquier otro punto en que puedas meter las narices para salvar al mundo. Vos sabés de geografía. Vivir aquí es un privilegio que me compro en cómodas cuotas. Y vos siempre tenés razón; siempre la has tenido. O no. O sí. No sé. Pero eso no importa. El fin justifica los medios. Y yo quiero un yate nuevo, uno bien largo y bien potente. Y también una casa de ocho o nueve dormitorios porque con cinco ya no alcanza para mis juguetes y los de mis niños. Mis niños, todos los que he engendrado, porque yo, como vos, no creo en el aborto. Si mueren en la guerra, ya es otra cosa. Eran mayores. Eran patriotas. Como yo, que soy patriota. Soy cristiano. Soy lo que que vos querés que yo sea; un pacifista (a mis nenes jamás les regalo escopetas, ni siquiera pistolas de agua. ¡Dios nos libre!) Pero dale, papi, papucho, ¿me puedo comprar la avioneta? ¡Obvio que te doy el voto! Hacé lo que quieras, viejito...

10.8.06

De regreso

¡Hola!!

Llegué esta mañana, pero sinceramente no veo dos en un burro. Muero de sueño. Estoy convencida de que las cabezas deberían viajar en la bodega del avión, dentro del equipaje. De esa manera, sería mucho más fácil dormir durante los vuelvos, ya que desaparecería el gran dilema de dónde apoyar el marote. Además, no tendríamos que soportar la cara de mal humor matinal y el mal aliento ajenos, ni contaríamos con oídos para escuchar todos y cada uno de los ruiditos disonantes del motor que, en ciertas mentes, significan el preludio de un explosivo o estrepitoso final.

Aclaro que esta vez probé la almohadita inflable, pero no hubo caso.

Y vuelvo mañana. A ver si limpiamos un poco los yuyos y el polvo amontonados en mi ausencia.

¡Gracias por la paciencia!