Llevaba días de apretar la nariz contra el vidrio de la tienda de artículos deportivos entre ilusionada y preocupada. Llevaba varias clases de latín totalmente desatendidas porque la cabeza se le perdía en cálculos matemático financieros. “Si me cuestan 93 y mi abuela me regala 30, más los 34 del sueldo de los fines de semana y lo que me sobró de los Levy’s el mes pasado, quizás me las compre. Y ¿el reloj digital? Bueno, que espere hasta el mes que viene”. Siempre había que elegir: o el pantalón o las zapatillas o la bici o el reloj. Uno por vez…
Ese sábado se levantó temprano y sus piernas la llevaron mecánicamente hasta la tienda de los sueños. El empleado estaba ocupado atendiendo a una niña que, no pudiendo decidir entre un modelo u otro, convenció a su madre de llevarse ambos porque "total, siempre es bueno tener un par de repuesto".
¿En qué puedo ayudarte? le preguntó el empleado. Ella le señaló las zapatillas con una sonrisa que hubiera querido ser carcajada de panza, pero se quedó en sonrisa para no perder la compostura. Talle 36. ¿Querés probarte un número más para comparar? No, gracias, no es necesario. Ya había ido muchas veces a probarlas y sabía perfectamente qué numero le quedaba bien. Con la cabeza muy alta, dejó los billetes y las monedas sobre el mostrador y se puso a tararear una canción. ¿Te las envuelvo? No, gracias, me las llevo puestas. En la bolsita guardó sus zapatillas viejas que, junto a las nuevas, parecían prehistóricas, porque la única medida del envejecimiento es la juventud que merodea.
Caminó hasta la casa de su mejor amiga, siempre mirando hacia abajo y casi flotando. Los ojos se le clavaban insubordinados en el blanco del cuero y en las líneas del diseño que, precisamente por no ser original, le regalaba la entrañable sensación de pertenecer a un grupo. ¡Yo también las tengo! ¡Miralas!
Los fuegos artificiales internos le duraron ese día, el próximo, el siguiente y posiblemente el resto de la semana. Era una grata sensación de orden y premio. De estar en paz con el universo y ser ella el fuego artificial que finalmente llegaba al cielo y brillaba con su propia luz. ¿Era felicidad? Quizás sí, quizás no. ¡Pero cuánto se parecía!
Hoy es su hija la que zozobra en la tienda. ¿Las rojas o las verdes? Llévate las dos. Total, con la tarjeta no importa si son 63, 82 ó 134 pesos. La diferencia es nimia y, aunque no lo fuera, nadie se entera hasta el día en que llega el resumen. Le compra zapatos, zapatillas, remeras de oferta y un reloj con malla multicolor. Todo junto, para evitar repetidas visitas al shopping, que siempre da dolor de cabeza por el bullicio. Salen con varios paquetes, varias bolsas, varias promesas de felicidad indiferenciada. Al llegar a casa, la niña se prueba un par de zapatillas y una remera, y deja el resto de las compras en el piso porque está cansada y la llama su amiga por el celular para invitarla a una fiesta que promete una gran noche. Entre murmullos cómplices, acuerdan conseguir algunas pastillitas de éxtasis porque hoy quieren volver a sentir fuegos artificiales en la panza y reírse a carcajadas.
Ese sábado se levantó temprano y sus piernas la llevaron mecánicamente hasta la tienda de los sueños. El empleado estaba ocupado atendiendo a una niña que, no pudiendo decidir entre un modelo u otro, convenció a su madre de llevarse ambos porque "total, siempre es bueno tener un par de repuesto".
¿En qué puedo ayudarte? le preguntó el empleado. Ella le señaló las zapatillas con una sonrisa que hubiera querido ser carcajada de panza, pero se quedó en sonrisa para no perder la compostura. Talle 36. ¿Querés probarte un número más para comparar? No, gracias, no es necesario. Ya había ido muchas veces a probarlas y sabía perfectamente qué numero le quedaba bien. Con la cabeza muy alta, dejó los billetes y las monedas sobre el mostrador y se puso a tararear una canción. ¿Te las envuelvo? No, gracias, me las llevo puestas. En la bolsita guardó sus zapatillas viejas que, junto a las nuevas, parecían prehistóricas, porque la única medida del envejecimiento es la juventud que merodea.
Caminó hasta la casa de su mejor amiga, siempre mirando hacia abajo y casi flotando. Los ojos se le clavaban insubordinados en el blanco del cuero y en las líneas del diseño que, precisamente por no ser original, le regalaba la entrañable sensación de pertenecer a un grupo. ¡Yo también las tengo! ¡Miralas!
Los fuegos artificiales internos le duraron ese día, el próximo, el siguiente y posiblemente el resto de la semana. Era una grata sensación de orden y premio. De estar en paz con el universo y ser ella el fuego artificial que finalmente llegaba al cielo y brillaba con su propia luz. ¿Era felicidad? Quizás sí, quizás no. ¡Pero cuánto se parecía!
Hoy es su hija la que zozobra en la tienda. ¿Las rojas o las verdes? Llévate las dos. Total, con la tarjeta no importa si son 63, 82 ó 134 pesos. La diferencia es nimia y, aunque no lo fuera, nadie se entera hasta el día en que llega el resumen. Le compra zapatos, zapatillas, remeras de oferta y un reloj con malla multicolor. Todo junto, para evitar repetidas visitas al shopping, que siempre da dolor de cabeza por el bullicio. Salen con varios paquetes, varias bolsas, varias promesas de felicidad indiferenciada. Al llegar a casa, la niña se prueba un par de zapatillas y una remera, y deja el resto de las compras en el piso porque está cansada y la llama su amiga por el celular para invitarla a una fiesta que promete una gran noche. Entre murmullos cómplices, acuerdan conseguir algunas pastillitas de éxtasis porque hoy quieren volver a sentir fuegos artificiales en la panza y reírse a carcajadas.
30 comentarios:
Buena definición para aquellas ilusiones que reverdecen en otros querida musa. Como siempre, es un gusto visitarla. Besos
Que paso con nuestras ilusiones simples? Se perdieron tal vez entre tanta voragine de sueños frustrados? Tal vez por eso compensamos a nuestros hijos con abundancia de lo que una vez anhelamos sin darnos cuenta,que asi no vale,que el cosquilleo solo llega despues del tiempo eterno del ansia y la espera.
Que pena que se pierdan esas cosquillas de panza
me dieron ganas de comprarme una corbata azul.
lo recordaré cuando passe por Santa Fe.
Que bien reflejas un problema que siempre tengo girando por mi cabeza!. Es paradójico, no? Uno trabaja pila para darle ese famoso "lo mejor a los hijos" y luego ve que quizá lo mejor hubiera sido que tuvieran menos y entonces valorarían más lo que tienen, y las cosquillas las conseguirían con cosas más simples.
La historia tiene esa forma de repetirse al infinito, y los que vivimos algunos años lo podemos apreciar, el único inconveniente es que esos pequeños placeres que nos gustaban tanto ahora son aburridos para unas generaciones que tienen servido -quizás- mas de lo que necesitan.
La historia tiene esa forma de repetirse al infinito, y los que vivimos algunos años lo podemos apreciar, el único inconveniente es que esos pequeños placeres que nos gustaban tanto ahora son aburridos para unas generaciones que tienen servido -quizás- mas de lo que necesitan.
Todavía recuerdo lo que lloré para me que compren las zapatillas Flecha. Creía que me iban a hacer correr más rápido, como decía la publicidad. Fue mi 1º desilusión marketinera :-(
Como cambian los tiempos !
En una época esos momentos de alegría materialista por un lado y de indentificación por el otro, nos hacían sentir "agrandad@s"
Cuantas ilusiones detrás de la compra de XX marca ...
Y hoy, porque con eso no es suficiente, sobre todo los mas jóvenes buscan esas sensaciones efímeras por otro lado, tal vez con drogas u otros excesos.
Quizás a esa chica nadie le enseñó a dar valor a las cosas, que nada tiene que ver con el precio.
Un beso Laura, gran texto.
En 1978 quedé fascinado con la camiseta Adidas naranja que los holandeses usaron en el Mundial.
Loco estuve tratando de conseguirla hasta que en una casa de deportes del barrio de Constitución la encontré. Todavía la tengo, viejita, con los codos agujereados (por supuesto que hace mas de veinte años que no me entra). Pero ese fue el único berretín con respecto a la ropa que tuve.
Hoy mis niñas ponen la ñata contra el vidrio en cualquier negocio donde se venda 47 Street
Cómo han cambiados los tiempos para desgracias de los jóvenes de hoy en día. Me quedo con nuestros fuegos artificiales, que eran más sanos, más reales.
Me ha dado penita leer esta realidad que todos conocemos.
Luzbel, como siempre, es un gusto contar con su visita y su primer comentario!!! Besos
Sole, eso es lo que creo: que la espera y el ansia promueven las cosquillas. Vivimos en tiempos de satisfacción inmediata. Quiero, tengo. Quiero, tengo. Y todo en nombre del capital y la generación de más. Es una pena, sí.
Gonzalo, sólo la corbata...estamos?
Ana, también es un problema que gira por mi cabeza, porque yo creo que la necesidad educa, pero cómo no darles lo que uno puede darles?
Argentino, es cierto lo que decís, pero creo que nosotros podemos frenarles un poco ese deseo desbocado...(quizás nuestro propio deseo desbocado?????)
Alicia, mis Flecha sí que me hacían correr más rápido. Deben haberte vendido las falladas...
María, es parte de la "cosificación" de la vida. Cosas, cosas y más cosas... Tantas, que ya no se valoran. Por otro lado, era justo idolatrizar un par de zapatillas? Quizás no.... pero cómo se consigue esa sensación de grandeza, satisfacción y risa de panza? Tema para mates y bizcochitos de grasa, no?
Liter, estoy de acuerdo. Los huecos de cariño demandan ser rellenados con algo. Y lo material es lo más simple... Como la madre que, al pensar que su función es nutrir al niño, lo llena de comida. Nutrir abarca mucho más...
Vade, quien pasó privaciones muchas veces tiende a reinvindicarse con sus hijos dándoles más de lo que necesitan, sin enseñarles el valor. Un beso.
Hurricane, en primer lugar, te aclaro que todas las referencias al mundial 78 son sueños pre embrionarios que yo tuve...je je... Yo no quería la camiseta holandesa, sino a uno de los holandeses... Si vieras las cosas que hice para conseguir sus datos personales! Al menos, vos ganaste tu premio y todavía lo conservás, con agujero y todo (aunque, pensándolo bien, de haber obtenido yo el mío, a estas alturas le estaría cambiando los pañales!!). Intuyo que mis ambiciones superaban por mucho a las de tus hijas frente a 47 Street.
Bettina, yo creo que eran más sanos, pero claro, las viejas decían lo mismo cuando nosotras éramos chicas. Si no hemos inventado nada nuevo, no...
Besitos!!!
Y por eso mismo difrutábamos tanto con el único par de zapatos o con el único par de pantalones o con el único par de lo que fuera, que nos podíamos comprar una vez al mes o una vez al trimestre o una vez al semestre o...
Tu post lo dice todo.
Un abrazo fuerte
Te encontré de casualidad. Saludos porteños
Me vi en la chica que llegó a las zapatillas que marcaban la "pertenencia" (en mi época eran las Nike).... eso sí, espero no ver a mi hija en el resto de la historia. Como se hace??
Qué final, Lau! Muy bueno... Una moraleja muy profunda.
La codicia permanente de algunas personas, ese eterno "no me alcanza", es muy triste.
Por suerte -no sé por qué razón- mi sentido de pertenencia, incluso de chica, nunca pasó por la ropa. Soy muy personal para elegirla (no suelo guiarme por las modas, aunque las vidrieras impongan eso) y tampoco planifico demasiado la compra. Vi algo, me gustó, va conmigo y listo!
Beso
ahhh Lau, entraste en un eterno reflexionar... como educar y enseñar lo que es la necesidad, si ahora la coca esta todos los días en la mesa, y no solo en el cumple de fulano!
como se hace para que valoren lo conseguido con esfuerzo, quien me saca el orgullo de haber comprado mi primer auto, un fiat 133 con solo 20 dulces años despues de ahorrar y trabajar, ahorrar y trabajar... no?????
todavia lo recuerdo, yo andaba orgullosa por Haedo en mi 133 gris (o marron de mugre!) que valia unos $2.700!!!
es más, la primer salida con mi marido fue a bordo de MI bólido! que lujo!!!!
besitos Lau!
En realidad hoy en dia se obtiene de todo y rapido..nada deseado cuesta ese sacrificio, esa anticipacion que lo valoran, ni nos acompaña el tiempo suficiente como para atarlo a recuerdos..todo esta' hecho para su consumo rapido...
No creo que nuestros hijos lo entiendan por cuanto se trate de inculcarles ciertos valores como no lo entendia yo con respecto a mis padres....aunque creo que el ritmo de esta generacion es mucho mas accelerado y lo simple se ha vuelto complicado...
Un abrazo
No creo que sea algo tan simple como "tener demasiado ".....
Demasiado de que ? No será que además de tener demasiadas cosas materiales les faltan otras cosas ? Porque se les puede comprar dos pares de "zapatillas " como dicen uds., o "championes " como les decimos nosotros y además acompañarlos a escuchar un grupo de rock que les gusta, sentarnos a tomar mate con ellos, quedarnos viendo una película en el dvd hasta la madrugada , y tratar de comunicarnos, de escucharlos y de que sepan que siempre estamos ahí, incondicionales, como solo los padres podemos serlo. No es fácil, pero tampoco imposible. No tapemos con el facilismo de las frases hechas cosas que son mucho más profundas. No es el consumismo solo lo que produce las reacciones, sino todo lo que viene asociado y podemos de alguna manera evitar, sin negarnos la satisfacción de que nuestros hijos tengan aquellas cosas que nosotros tanto deseamos y no pudimos tener ( obviamente sin exagerar, no me malentiendan).
Besos,
Mmmm.. que verdad tan triste, tan real... adonde estará la falla? en dar tanto que nada se valora? o en llenar con ¨cosas¨ lugares que que se llenan de otra manera ?
Abrazo
Laura, este post me gusta muchisisisisisimooooo como esta escrito. Sobe las cosas que nos dan ilusion creo que cambian con el tiempo. Lo que a una guacha de 1960 le destpertaba fuegos artificiales no le despierta ahora a una adolescente, también hay que ver en qué tipo de sociedad vive y la onda de como ha sido educada. Creo que pasa por un cambio de moda, usos, costumbres y necesidades de la gente. Yo espero no caer en lo mismo de mi padre de que ¨todo tiempo pasado fue mejor¨ igual, te digo DETESTO EL REGGETTONNNNNNNNN
Besos!
Cuánta razón tienes! Les damos tanto que les quitamos todo.
prefiero la intensidad de la felicidad de las zapatillas nuevas...
aunque ni intentándolo podría sentirla... =( simplemente ya no se puede...
que reales tus escritos..
creo que ya te he dicho que me encanta tu estilo, admiro mucho tus temas, y todo lo que escribes =)
un abrazo, q' estés bien
Que loco lo consumo.
Lo curioso que antes de leer esto acabo de pegar algo muy cercano en mi propio blog. Casualidad?
Podria decirse que los objetos que consumimos significan parte de lo que somos. Y por eso nos reconocemos en nos/los otros.
"La única medida del envejecimiento es la juventud que merodea..."
Me quedó dando vueltas esa frase, además por supuesto de la grandeza y certezas del relato.
Me voy meditabunda amiga.
Un beso
me encantó el sincrinismo que ubicaste entre mis letras.
un abrazo desde mi cielo hasta tu alma.
Parece extraño, pero a veces pasa... los "valores" no siempre se saben inculcar. A veces, una carencia provoca la reacción contraria. Me has hecho reflexionar... ¿Se dará uno cuenta de esa transformación? Besos, laura.
Ni hablar! creo no ser la voz autorizada parz hablar sobre el tema a raiz de mi muy mala administració financiera.
Besos de a derroche$$$$!
PE
Laurita:
Excelente, más que excelente este bellísimo post. Debo decir que en los setenta, mientras nos comprábamos los Lee desteñidos, intercambiábamos anfetas a lo loco.
Teníamos cosquillas en la panza y en el cerebro. Ah! Y con respecto a los jugadores holandeses en el 78, coincido con vos y agregaría que las piernas de Leao, el arquero brasileño nos tenía hipnotizadas. Un beso, Lau. Como siempre, genial!
Un abrazo para vos LUDENA... Que esos siempre se pudieron adquirir todos los días, sin tener que esperar el fin del mes o el trimestre.
Mi despertar. Me alegro de que me hayas encontrado. Espero que vuelvas, pero no por casualidad.
Bebe, quizás la respuesta esté en limitarnos nosotros mismos en nuestros excesos consumistas. Te quedan divinas las Nike!
Magic, ser distinto exige mucha seguridad. Y hay gente que lo logra, como vos. Un besote.
Vane, puedo imaginar tu cara y tu ritmo cardíaco en el momento en que subiste por primera vez a tu 133 gris. Qué linda historia. Un beso, campeona.
Tic Tac: todo es ya, ahora, sin espera, con un "clic y a otra pantalla". Los ritmos han cambiado, es cierdo. Y cómo asusta la velocidad, no? Un abrazo para vos.
Araucaria: estás en lo cierto. Tu comentario me dejó pensando. Quizás mi post peca de extremista, pero quise reflejar mi preocupación ante la pérdida de esas ilusiones que, en general, mantenían la llama encendida. Gracias por el consejo...aunque no intencionado. Yo tomo nota para el futuro. Un beso
Ernestina, supongo que la falla viene de fábrica: es el vacío propio de la existencia. Pero no quiero caer en terrenos tan filosóficos. Abrazos.
Charru, yo también detesto el reggaeton!!! Te juro que no pretendí caer en lo de "todo tiempo pasado fue mejor", pero los años me juegan una mala pasada y termino con el mismo discurso de los viejos. Yo que me creía tan vivaaaaa!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Xuxi, buen resumen del post. Gracias por venir. No te he respondido el mail... Es que no puedo ayudarte y no quiero admitirlo!
Bri, la única fórmula irrefutable es el amor. Lástima que se necesitan otros elementos!
Zombie, gracias por tus palabras. Y es cierto: aunque uno lo intente, ya no se puede. Cuidate vos también.
Canilla, siempre he dicho que somos una integridad que se manifiesta en todo lo que hacemos. Pero hoy, con tu comentario, agrego que lo que consumimos también habla de nosotros. Ya voy a leer tu post. Ando un poco atrasada con el blogueo últimamente.
Castor, esa idea del envejecimiento se me coló por ahí, pues andaba rondándome la cabeza esos días. Debería explayarme un poco, pero creo que me entiendes. Un beso, amiga. Me gusta verte por aquí.
Gonzalo, mi alma ha recibido la claridad de tu cielo. Gracias!
Maite, sólo nos damos cuenta de la transformación si nos detenemos a mirar y analizar lo que hacemos. Pero eso es medio difícil en nuestros ritmos actuales. Besos para vos.
PE, tampoco yo soy un ejemplo de cordura financiera, no creas.... Es una reflexión que no llevo al shopping... je je
Martita, ya he dicho que lo mío con el mundial 78 es un simple sueño pre embrionario. Pero no recuerdo las piernas del brazuca, aunque las anfetas me daban mucho insomnio y no paraba de devorar revistas y artículos sobre temas mundialísticos. Qué extraño!
Besos y gracias por estar...
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