24.10.07


Ella se fue de viaje de negocios.
Adiós, marido. Adiós, hijos.
El compañero de trabajo era tan joven, tan dulce, tan apto para el instinto maternal en otros planos. Un diamante sin pulir, ojos de zafiro, sonrisa de rubí. Las miradas encontradas se fueron al museo y cenaron entre las velas de una ciudad por descubrir. El mismo hotel los esperaba a la noche, en cuartos separados que ella se encargó de unir con sus pensamientos y la humedad de sus sueños. Desayunos compartidos, reuniones sonreídas, anécdotas cómplices, y la mirada de él incrustada en sus pupilas.

—¿Qué traes en las pupilas?— le preguntó el marido.
—Traigo varios días de trabajo en una ciudad lejana.
—¿Y qué más?
—Y nada más.

No me mientas. No te mientas, pensó él. Sé que traes más que eso. Tus ojos se han llenado de otro cuerpo que tus manos no supieron asir por temor a tu mente. Él te gusta. Yo lo sé. No es necesario que me cuentes nada.
Yo también he jugado estos juegos de seducción para sentirme vigente en la fiesta de la vida.
Juegos inocentes, transgresiones peligrosas. Deseos refrenados.
Hoy siento celos, muchos celos, y quisiera hostigarte y preguntarte por qué. ¿Por qué vos? ¿Por que a mí?
Pero nadie es dueño de nadie y la magia de las almas siamesas no parece real.
El verdadero cemento se mezcla día tras día.

Él la besó y ella se dejó invadir por el ávido polvillo de su cal.

18.10.07

SIEMPRE...

Cuando los acordes teclean en los puntos blandos del corazón y la música cala hondo, se me corta la respiración y regresa el deseo de acariciarte. De clavar los dedos en la magia de tu reino vaporoso. De fluir por tus llanuras blancas y teñirlas con mis tintas más profundas.

La mano que avanza sola bajo el dictamen del alma.
El alma que se derrite en sensaciones.
La pluma hecha teclas.
El papel hecho pantalla.
Te extraño…
No se vivir sin escribir.
Y siempre vuelves a mí.

Y siempre vuelvo a ti...