No puedo negar que Cuzco me conmueve tanto como Qosqo. Pero me callo la boca. Las construcciones españolas son bellísimas, como lo son en otros puntos del continente, donde pagamos fortunas por apreciarlas. En Qosqo, sin embargo, los vestigios coloniales han de mirarse con desconfianza y de refilón porque la idea es deslumbrarse con el elemento inca. Los turistas nos ponemos la lente de la historia que más se adecua a nuestro paquete vacacional.
Seguimos el tour, entonces, con el emblema de un poncho colorido en el corazón. A medida que pasa el día, Roni va perdiendo sus bríos matinales y, de amigazo-indígena-papá-del-pequeño-Fabián-de-tres-años-que-va-a la-escuela-por-la-mañana-y-a-la-tarde-se-queda-con-su-tía-Flora-que-le-da-los-gustos, se convierte en un distante guía de turismo, callado y frustrado ante mi indecisión de comprar artesanías en el lugar que él recomienda porque sutilmente ha negociado una buena comisión a nuestras espaldas.
Está bien, Roni, ya nos vamos a Valle Sagrado y te dejamos tranquilo. El día es largo y cuesta ganarse el pan entre estos turistas que ni siquiera tienen el recaudo de dejar de hablar de abultados sueldos y enormes propiedades durante el exquisito almuerzo que comparten con vos. Pero no los culpes, Roni. En el fondo son buena gente, preocupada por la pobreza del mundo. ¿Acaso no los oíste decir que eran feligreses de la iglesia cristiana de los últimos santos del pentecostés universal de Kansas?
Adiós, Roni. Gracias por tus enseñanzas, que no han sido pocas. Me encantó conocerte, aunque sólo te acuerdes de mí hasta el momento en que le compres la leche a Fabián con la propina que te dimos.
La ruta montañosa sube y baja. Los Andes acompañan el viaje con su silencio fotogénico y soberbio de siempre. Maravillosas vistas. Maravillosa sensación de estar en medio de la nada. Diminutos pueblos perdidos, donde una oveja nos saluda junto a su pastor. Hoy es sábado. ¿Qué hará esta gente los sábados? Me aburro de solo pensarlo y sigo cantando mi canción andina. Estoy feliz.
Hablo con el chofer del vehículo que nos transporta. Su acento me recuerda al de Senovia, la boliviana que trabajaba en lo de mi madre. ¿Usted, señor, es boliviano o peruano? Peruano, quechua-hablante. ¡Ahí está la respuesta a la similitud que percibo! En la hermandad de todos estos pueblos andinos, quechuas de sangre; peruanos, bolivianos, argentinos, chilenos, colombianos y ecuatorianos por imposición. Su primer idioma es el quechua y el segundo, el español, que todos hablan con un mismo acento, cual nación clandestina que une sus manos bajo la tierra.
Por fin llegamos a la hostería del Valle Sagrado, al pie de los nevados de Pumahuanca y Chichón. Es pequeña, acogedora y vistosa. Nos reciben cuatro perros blancos, enormes, peludos y malcriados, que contrastan, en color, tamaño y status social, con los tres sirvientes que se encargan de nuestro equipaje. Don José Dueño nos tiende una mano afable y Doña Irene Dueña-Chef nos aprieta con un excesivo abrazo de dólar por venir. El fin de semana sólo les ha aportado tres huéspedes, pero ellos no necesitan más propaganda porque el boca a boca les funciona fenomenal y se han ganado una excelente reputación entre los americanos amantes de Sudamérica. Son peruanos, limeños, cultos, sesentones y aparentemente aristocráticos. Hablan con su personal en quechua. ¿Cómo es eso, Don José? Me lo enseñó mi nana de pequeño. Mi madre también lo hablaba. ¿Su madre era india, Don José? No, que va, m'ija. También se lo había enseñado su nana—me responde.
Cual institutrices alemanas y francesas—pienso. Y me dejo transportar por el delicioso pisco sour que me ofrece.
La ruta montañosa sube y baja. Los Andes acompañan el viaje con su silencio fotogénico y soberbio de siempre. Maravillosas vistas. Maravillosa sensación de estar en medio de la nada. Diminutos pueblos perdidos, donde una oveja nos saluda junto a su pastor. Hoy es sábado. ¿Qué hará esta gente los sábados? Me aburro de solo pensarlo y sigo cantando mi canción andina. Estoy feliz.
Hablo con el chofer del vehículo que nos transporta. Su acento me recuerda al de Senovia, la boliviana que trabajaba en lo de mi madre. ¿Usted, señor, es boliviano o peruano? Peruano, quechua-hablante. ¡Ahí está la respuesta a la similitud que percibo! En la hermandad de todos estos pueblos andinos, quechuas de sangre; peruanos, bolivianos, argentinos, chilenos, colombianos y ecuatorianos por imposición. Su primer idioma es el quechua y el segundo, el español, que todos hablan con un mismo acento, cual nación clandestina que une sus manos bajo la tierra.
Por fin llegamos a la hostería del Valle Sagrado, al pie de los nevados de Pumahuanca y Chichón. Es pequeña, acogedora y vistosa. Nos reciben cuatro perros blancos, enormes, peludos y malcriados, que contrastan, en color, tamaño y status social, con los tres sirvientes que se encargan de nuestro equipaje. Don José Dueño nos tiende una mano afable y Doña Irene Dueña-Chef nos aprieta con un excesivo abrazo de dólar por venir. El fin de semana sólo les ha aportado tres huéspedes, pero ellos no necesitan más propaganda porque el boca a boca les funciona fenomenal y se han ganado una excelente reputación entre los americanos amantes de Sudamérica. Son peruanos, limeños, cultos, sesentones y aparentemente aristocráticos. Hablan con su personal en quechua. ¿Cómo es eso, Don José? Me lo enseñó mi nana de pequeño. Mi madre también lo hablaba. ¿Su madre era india, Don José? No, que va, m'ija. También se lo había enseñado su nana—me responde.
Cual institutrices alemanas y francesas—pienso. Y me dejo transportar por el delicioso pisco sour que me ofrece.
11 comentarios:
Segui contando que me encanta y de paso viajo de colada en tus palabras.
Besos
Bebe
Nos tienes encantados con tu periplo viajero.
Espero tus entregas ...
Un beso fuerte, fuerte
¿Continuará? Me quedo esperando... :-)
Maravilloso viaje al que nos estas transportando con tus palabras.
Una vez mas me quedo a la espera del siguiente capitulo...
Besos casi vacacionales
Ya sigo, ya sigo...
Pero les advierto que se arrepentirán de haberme dado cuerda!!
Luego no me digan que no avisé...
Gracias, ojos fieles!!
Lo primero que se me viene a la mente es "contrastes". Y unas ganas locas de sacar la michila y visitar Cuzco pero de viajero, olerlo, saborearlo, sin fotos, que las imágenes se me queden prendida en el alma.
(By the way, te puedo asegurar que los pastores hacen cosas que te maravillarían, los sábados)
Esto sigue, no? Por favor , dale!
Me encanta lo que cuentas y como lo cuentas,de paso me voy ubicando.
Ire en julio a la feria Internacional de Bibliotecas,pero antes me pasearé por alli.Ya te escribiré pidiéndote ideas.
Un beso
WOW Laura te estas conssagrando con este diario de viaje! estoy prendida.
estas cerca de escribir para la lonely planet!!!
gracias por hacernos viajar con vos!
besos
Son hermosísimos estos relatos de viajes. Máxime cuando se saben contar, como en tu caso, máxime cuando contás cosas de sitios que una no conoce. Seguí contando!!!
Gracias, muchas gracias por leerme.
Es un honor...
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