14.5.08

DE MERCADO

¿A quién se le ocurre venir al supermercado a las 7 de la tarde con una niñita de 5 años que está cansada y quiere llevarse todo lo que ve? Es un gentío y las filas, interminables.
Avancemos por aquí, vamos mi amor.
Tengo el carro repleto. Compré más de lo que pensaba. El queso crema corona el desorganizadísimo contenido de la compra, y amenaza con caerse en cualquier momento. ¿Será que algún día aprenderé a ordenar adecuadamente los productos: los más grandes y pesados abajo, los más pequeños arriba y entre los huecos?
Hija, ¿me traerías, por favor, otro carrito que éste está demasiado cargado y se nos va a caer todo?
Pobrecilla. La veo abrirse paso entre la gente, tomar un carro, empujarlo con toda su fuerza y en el camino llevarse por delante 20 estantes. Las ruedas están giradas hacia la derecha y el carro sólo avanza de costado. Imposible maniobrar.
No importa, mi amor. Te agradezco mucho. No necesitamos otro carro.
Mi carro también funciona mal porque tiene las ruedas torcidas. Todos son así. Según un alemán vendedor de ruedas para carros, que un día conocí en un avión, los supermercados argentinos compran rueditas de Taiwán para ahorrar dinero. ¡Y vaya que se nota!
Voy a ponerme en aquella fila, la que tiene Pago Fácil, porque quiero aprovechar para pagar la cuenta de teléfono.
A ver, mi amor, ayudá a mamita a llevar el carro, que rueda de costado, pero tené cuidado de no golpear ningún producto. Muy bien, eso es, empujá un poquito más. Otro poquito… No, hija, ya te dije que no voy a comprarte caramelos. No, y basta. No, tampoco el conejito de chocolate. No, no compro nada. Hija, no sueltes el carro que se va de costado… HIJAAAA!!!
El carro se engancha con un estante, que se sale de sitio y deja deslizar las cuarenta cajitas de pañuelitos Kleenex. Todas las filas me miran, qué horror.
Por suerte, los empleados son amorosos y me ayudan a recoger los pañuelitos y a seguir empujando el carro hacia la caja de Pago Fácil.
No y no, ya te he dicho que no vamos a comprar caramelos ni chocolates. ¡La próxima vez te dejo en casa! Coloquémonos aquí, detrás de estos muchachos tan amables.

Amables y muy bien parecidos, diría yo. Ejecutivos recién salidos de la oficina, pinta de yuppies, pelito un poco largo, corbata floja y obvios planes de pasar una noche de hombres solos. Jamón, quesito, papitas fritas, bastante alcohol y esa complicidad masculina que se transmite sin esfuerzo.
¿Qué te pasa, hija? ¿De repente te agarró la timidez? Vamos, respondele al muchacho. Quiere saber cómo te llamás.
Sí, es un nombre italiano. ¿Te gusta? ¡Gracias! Sí, los chicos son terribles. Piden todo.
Parece que tienen ganas de charlar. Me hablan de los caramelos, de los chocolates, del supermercado, de los ojos de mi hija, de los precios. Todo en plan de juerga y noche de hombres. Todo les parece divertido.
Yo les respondo cada vez más distendidamente porque, bueno, estos hombres no me dejan en paz. A pesar de todo, de mis pelos desarreglados, de mi hija caprichosa y del carrito que se desliza hacia el costado, se ve que no he perdido mis encantos. El más joven es el que más me habla. Tiene unos ojos muy bonitos, y el pelito largo no le queda mal. En un momento menciona a su hijito de 10 años. O sea que no es tan jovencito como yo pensaba. Al menos es padre. No puede tener veinte años, digo yo. ¿Será, entonces, que un tipo joven puede fijarse en mí? Pero qué digo, yo soy una mujer fiel. Ni deberían cruzárseme estos pensamientos. ¡Con lo mucho que quiero al santo de mi marido! ¡Yo, jamás! Aunque, en rigor de verdad, a quién no le encantaría la atención de un muchacho como éste. Te confirma que aún sos una mujer joven, deseable, de mercado...
¡Qué pena! Les ha tocado el turno de pagar. Me muero y recontra muero si este tipo me dice algo. Que no me pida el teléfono ni el mail ni el chat ni esas cosas, porque me incendio de vergüenza y no voy a saber manejarlo. Mucho menos frente a mi hija. Uff… qué aprieto. Mejor miro hacia otro lado y me hago la distraída.
Ya se van.
El mayor se da vuelta y me saluda.
—¡Adiós! ¡Que estés bien!
Para no ser menos, el joven también se da vuelta y me mira.
—¡Adiós, señora! ¡Cómprele un caramelito a la nena, no sea mala!

Definitivamente, soy una señora…¡DE MERCADO!

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajaja, hola señora, que risas, pero que bonito y real también. Esa sensación de tengo la edad que quiero tener pero que me miren como de menos.
Al fin y al cabo a quien le desagrada un dulce, y que alguien mas joven nos mire como alguien deseable aun.

Es una mezcla de sentimientos esa que hae que mucha gente ya no te tutee y te trate de señora. Yo aun no se como manejarlo, aunque trato de reirme en el fondo un hormigueo me jode la moral. No se que escritor hablaba de como nos vamos volviendo invisibles (para ciertas cosas) para mas gente. Hum, preciosa vida!
Un besito amiga

BETTINA dijo...

Pero Laura, ¿a quién no le gusta que la miren? Eso no es ser infiel, no? Ahora, lo de señora, jode, anda que no!
Ah, y decirte que lo de las ruedas de los carros de supermercados es un problema mundial creo yo. Algo así como la Ley de Murphy, cada vez que lleves un carro se estampará contra la pila de Kleenex o de lo que se les ponga en medio. Fijo.
Un abrazo

Claudia Castora dijo...

De mercado y activamente "en el mercado" también.
Eso pasa cuando una se mantiene joven por dentro, lo irradia y te felicito, no me cabe duda que tus acciones se cotizan a buen precio, jejeje.

Y curioso, leyéndote me vislumbré a mi misma en unos años más con la nena y el carrito, no sé reirme o llorar aunque por estos días ando de felíz que ni te cuento.

Un beso grande, siempre es un agrado venir por estos lados.

Anónimo dijo...

Pero Laura, ¿a quién no le gusta que la miren? Eso no es ser infiel, no? Ahora, lo de señora, jode, anda que, una se tiene que ver joven toda la vida.

Vico dijo...

ah pues si! me quedo claro que sos una señora de mercado! con eso de cuestionarse la fidelidad por atraerle un chico humm..
a la nena no le compres caramelos comprele chocolate...está más rico!!
bueh me alegra de que POR FIN actualizaste el blog...a ver cuantos meses te tardas par subierte otro...
jeje

abrazos
http://lacasadevic.wordpress.com/

fiorella dijo...

jajaja,ese "señora",terrible palabreja.Un beso

Hurricane dijo...

Me recordó a cuando saludaba a una dama como señorita o señora, y si le pifiaba se encargaban ellas mismas de corregirme... Evidentemente han cambiado los tiempos.
Saludos

Elena dijo...

La frase del final rompe todo el encanto de la situación. Es terrible lo de señora, la hace a una taaaaaan mayor...

Me alegro de ver que sigues por aquí, aunque sea de tarde en tarde. Veo que no soy la única que tiene poco tiempo para dedicarse a los menesteres bloggeros...

Un abrazo

Gonzalo Villar Bordones dijo...

la dama en una feria azul.