Hoy, con dos clases de spinning y una sesión de gimnasio en mi haber, decidí dejar en casa el sweater que suelo anudarme a la cintura para ocultar excesos y blanduras traseros. Seguramente, sin confesarlo, hoy me sentí más a gusto con mi cuerpo y caí en lo que yo llamo el "síndrome de la gorda adelgazada". Esa que baja un kilo y treinta gramos y, chocha con su vida, se encaja una minifalda o deja asomar un poquito del ombligo, por más que áun le queden unas cuantas decenas que descontar a la balanza.
Una prueba más de que, en la vida, lo único que nos hace sentir bien es el termostato interno de la realidad.
2 comentarios:
Y nena, nadie mejor que uno pa saber no?
Seguí dándole a la cuestión esa que vas a quedar 100% de fábrica. jeje
Besos!
ah me olvidé, que nice te está quedando el blog!!
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