13.9.06

Inoperancia exigente

La veo colgar la camisa recién planchada. No, recién planchada no. Eso ni siquiera es planchar. Eso es enchufar la plancha y apoyarla sobre la arruga para darle un toquecito de calor antes de colgarla en la percha. Si mi marido ve eso, se infarta. Pero ella me mira, con el brillo de unos ojos oscuros que se me antojan de perro. Igual de desamparados. Igual de confundidos.

-Mirá, creo que habría que volver a intentarlo.
-Está bien, me dice.

Siempre todo está bien en la cabeza de esta chica, cuya única ruta de vida será, por derecho de sangre, el empleo doméstico. Incluso está bien lo que no está bien, lo que a simple vista es un desastre, un abuso, un horror. Está bien es sinónimo de no me dan las fuerzas para decir otra cosa. No puedo contradecir a nadie. Estoy acostumbrada a que se me regañe, a que se me vapulee y nunca se me considere.

-A ver si intentás con esta blusa de seda, que quiero ponérmela esta noche. Una pasada suave para que no se queme. Cuidado. Procurá que la plancha no esté demasiado caliente.

Al regresar la blusa, me convenzo de que la chica no sabe planchar. Simplemente no sabe. ¡Pues habrá que explicarle entonces!

La llevo abajo y, con la determinación y la arrogancia de mi rol patronal, acomodo la blusa en la tabla mientras explico cada uno de mis actos (se co-lo-ca la blu-sa en la ta-bla y lue-go…). Estiro la seda, acerco la plancha, aventuro un movimiento, aventuro otro y posiblemente otro más. La arruga persiste. La arruga no sólo se niega a salir sino que, además, se traslada a otro sitio. Y de allí, hacia atrás. Y al frente y al costado y al cuello, en perfecta multiplicación de la especie. Comienzo de nuevo, nunca abandonando la retórica explicativa de mi acción, que empieza a tornarse un tanto inexplicable. La blusa sigue arrugada, mis esfuerzos no me llevan a ningún sitio y la lección magistral va perdiendo sentido.

-Es que la seda es…. es… (hablo con la lengua entre los dientes, para frenar la puteada)… muy traicionera.

Pero orgullosa, no desisto en mi afán de enseñar lo que no sé. Los ojos negros me miran y nuevamente aparece la expresión canina. ¿Me tendrá pena? En rigor de verdad, el cuadro es penoso. Se supone que debo dar el ejemplo. Me saltan las gotas de sudor, la tela se arruga cada vez más y yo ya me he cansado de esta faena tediosa.

-Me parece que la plancha no calienta bien… Por favor, andá a ver qué hacen los niños allí arriba. Estoy preocupadísima. No hay que dejarlos solos.

Al fin me libero de los ojos negros aprendices. Ojos testigos, ojos acusadores de mi ignorancia respecto a lo que exijo. Continúo el intento, aunque quisiera salir corriendo.

Medio segundo después, ella regresa.
-Los niños están con el papá. Están bien. (Siempre todo está bien)
-Bueno, andá a hacer alguna otra cosa, o a descansar, mientras yo me encargo de la blusa-, le digo con la desesperación de sacarme sus ojos de encima.

-¿Pero en serio no quiere que la ayude, señora?-me responde-. ¡La blusa le quedó arrugadísima!
-No, gracias, Carmen. Esta noche hará demasiado frío como para usar seda.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Laura,

El aprendizaje nos da lecciones de paciencia, la paciencia nos enseña a relajarnos y una buena relajacion nos marca pautas para volver a empezar.
Veras que esa tension en los ojos negros desaparecera.

Trucos: Intenta poner un trozo de tela entre la plancha y la seda la proxima vez. Tambien es aconsejable plancharlas del reves para evitar decoloraciones.

Suerte y besos sureños, MCD

Vade Retro dijo...

Para variar no podía
dormir y me he encontrado con este post, distraída de mí, había comentado solo el siguiente...
Um..pues cuando yo he planchado seda o la humedezco directamente con gotitas de agua o le pongo un paño húmedo encima, eso facilita muchísimo la labor.
No te agobies, nadie nace sabiendo, lo que pasa es que a unos nos cuesta más que a otros. Como dicen los franceses: ¡que viva la diferencia!
Un besito arrugado.

BETTINA dijo...

Solo podemos llegar a ponernos en el sitio del otro cuando nos toca a nosotros estyar en él.
La arrogancia me ha llevado a ninguna parte. La humildad, muy lejos.
Carmen sin quererlo te ha dado una lección, Laura.
Suerte con la seda.

Anónimo dijo...

Oooooh... Había dejado un comentario y parece habérselo tragado la tierra. Esto m joroba un montón. Bueno más tarde lo intento d nuevo, ahora estoy mosqueada. Pero vaya por delante q m encanta el post y en cierta medida m identifico con él. Luego t cuento.

GRRRRRRRR!!!!!

Chiara Boston dijo...

Este relato necesita unas cuantas páginas más... Carmen es un personaje complejo, tanto como la narradora. Pero la idea era mostrar cómo sólo debería dar órdenes, aquel que sabe hacer. Es la única parte de la filosofía de McDonalds con la que concuerdo. Los tipos ponen a todos los gerentes a hacer hamburguesas, a empaquetarlas y a cobrarlas.


Anónimo (aunque te tengo identificada!!), gracias por los consejos, tanto los prácticos como los morales. Planchar no me gusta...nada que exija minuciosidad manual! Si sabrás vos de paciencia!! y eso es envidiable...y se premia. Un beso tb sureño, pero casi primaveral.

Vade, si natura me ha dotado de algún tipo de inteligencia, no ha sido precisamente la inteligencia práctica. Esa que habla de sentido común, de parar a pensar, de usar la maña y no la fuerza. Soy una torpe declarada, reconocida y asumida. Por suerte, donde vivo actualmente, existe la ayuda doméstica y donde vivía antes, nadie planchaba. Pero probaré tus recetas. Muchas gracias arrugadas!

Liter, me encantó la imagen de la perpetuación de la arruga indeseada. Y cuando más se esfuerza uno por esconderla, más se asoma la condenada!!

Bettina, tenés razón... pero en este caso, más que arrogancia era frustración ante la total inoperancia del otro. Como dije antes, necesitaríamos muchas más páginas. Pero estoy de acuerdo con lo de la humildad.

Xuxi, espero tu comentario. Pero insisto con lo de la tijera. Mi marido tb es un ordenado de campeonato!!

Anónimo dijo...

Eo, pero la seda s plancha??? Mujer, no la planches y t tiras el rollo d q es seda salvaje, q s lleva mucho. Ad+ según Adolfo Domínguez "la arruga es bella". Bueno, será en la ropa pq en mi cara DEFINITIVAMENTE NO. :-)

T decía en ese comentario q habrá ido a parar a la "Twiglight zone", q m identifico con tu post pq yo tb soy la inoperancia personificada. Odio planchar, bueno, lo minúsculo y cuadradito, (tipo pañuelicos o trapos) lo bordo, pero si hay pliegues, pinzas, etc. la gibamos.
Gracias a Dios, en casa plancha Editha, una señora ecuatoriana q es un amor, la adoro y el día q m deje será peor q si m deja mi marido, sniff! Pero a lo q iba, yo soy una petarda integral en asuntos marujiles, aunq intento disimularlo por todos los medios (esto no lo leerá mucha gente, no?) Lo q he aprendido ha sido poniendo la antena cuando comentan mi suegra y mi cuñada, q son unos cracks. Eso sí, q no s enteren ellas d q m han enseñado algo. :-) D todos modos, aun siendo una inoperante total y absoluta creo q tengo derecho a ser exigente, hasta cierto punto, claro.

Ya ves q estoy contigo pero t recomiendo q no vuelvas a hacer una prueba, mucho menos delante d la tipa; perderás toda credibilidad, si es q tenías alguna. Demasiado arriesgado. :-)

Ay, cómo está el servicio!

Besitos marujiles,

*Joé, como m enrollo y eso q he intentado resumir. Bueno, tranki, cuando empiece el curso estaré más calladita.
Con lo d los maridos ordenados tb hay temita, eh? Son unos repelentes del copón, los tíos. :-) :-)

Vico dijo...

jajaja Menos mal que no soy la única que no sabe planchar! ni lavar, ni limpiar...jejeje

Anónimo dijo...

Laura, me escacharro de la risa leyéndote.

No vea sumisión tras esos ojitos de perro fiel, Carmen por dentro está pensando "a mí vas a venir tú a enseñarme, JA!".

Montse dijo...

Me encanta planchar, estoy muy malita?